Un día de domingo…
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Tarde de invierno en Buenos Aires, un domingo como tantos por Recoleta… un sin número de puestos dan la vuelta a la plaza mostrando la creatividad de los artesanos.
Vidrio, plata, cobre madera, alpaca, hilados y mil cosas más se entramaban formando los objetos mas bellos y también los más ridículos que haya visto. De la mano de un amor siempre es lindo caminar abrigados y abrazados para aminorar el frío del invierno. Aunque soplaba una brisa fría fue divertido a demás de comprar alguna chafalonería en la Feria de Artesanos contemplar la oferta artística imperante en espectáculos al aire libre,
Pareja de bailarines de Tango hacían sus firuletes sobre una pista improvisada de goma pegada con cinta de embalar al piso… sus cuerpos entrelazados bailaban al compás de un bandoneón y una guitarra… mientras una bella dama animaba a los transeúntes a que se quedaran a ver el espectáculo y pagarán a la gorra al final… si les había gustado.
Por el otro lado de la plaza se escuchaba un sonar de tambores… un grupo de percusionistas que animaban a tres muchachos musculosos con el torso desnudo que no podían disimular su piel de pollo ante los 6º de sensación térmica, y que brincaban, colocándose cabeza abajo y haciendo molinetes con sus piernas emulando contorsionistas de circo al ritmo de los parches…
En otro lugar una obra de títeres gigantes de espuma de goma con trajes coloridos hacía las delicias de los niños sentados en el césped, y aunque les cuesta admitirlo de los grandes que los acompañaban… quienes tenían en sus rostros reflejada la felicidad de la infancia…
En un banco de la Plaza y como si cada uno de ellos se inclinara por un espectáculo diferente, tres Terrier gigantes se encaminaban hacia cada uno de ellos como si sus gustos por el arte los ubicara en tres puntos cardinales distintos…
En el fondo la Iglesia de estilo colonial blanca y ocre largaba sus haces de luces que apenas la iluminaban por el ocaso que aún se resistía a marchar…
La sombra de un viejo ombú gigante y añejo con sus grandes ramas apuntaladas para aliviar su carga y disminuir riesgos a los transeúntes custodiaba el tradicional y muy concurrido café La Biela , que no tenía una sola mesa libre y que por suerte una viejecita de gorro de piel y tapado muy fino puso fin a su té con masas justo en el momento que entramos al lugar dejándonos libre la mejor ubicación junto a la ventana y de frente a la plaza.
Los rayos del sol oblicuos entraban por el vidrio completando el cuadro de un rico café cortado y un té con leche que fueron el pretexto para tomarnos unas fotos divertidas en esta hermosa tarde.
Nancy Nasr
05-06-11
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