Ritual de Martes y Jueves
(Derechos reservados)
Las cinco campanadas en el reloj de la catedral
Anunciaban su llegada a aquella cafetería coqueta
Escondía su hermoso y joven cuerpo de mujer
Enfundada en su abrigo largo y negro
Debajo un vestido que insinuaba sus senos
con un botón desprendido apenas, como al pasar,
El corolario de su atuendo eran unas largas botas
que ceñían sus torneadas piernas enmuselinadas
Un todo armónico, bella pero sin encandilar,
poseía una cadencia especial en sus movimientos.
Se sentaba frente a la ventana y miraba insistentemente su reflejo
fumando un cigarrillo y jugueteando con él entre sus dedos
en una ceremonia casi ritualizada en lo sensual
como si todo su ser estaría dispuesto naturalmente
a la seducción propia que da la especie.
Aferraba el filtro a sus labios color carmín
produciendo un movimiento con ellos,
que más que pitadas, eran besos dispensados,
a quienes no podían desviar sus ojos de aquella figura.
Como un ritual sagrado en días martes y jueves,
pedía un café con canela y crema, y un licor inglés
hasta fundir su perfume a fresias, con el alcohol, la canela y el humo
y transformarlo en un aroma afrodisíaco,
que turbaba a todo hombre que se precie de tal
y a toda mujer que no podía evitar miradas furibundas.
Transcurrían treinta minutos apenas para unos,
Interminables para asiduas concurrentes…
Cuando un sonido de claxon corto desviaba su atención
Retiraba su bolso de la silla y salía presurosa
sin perder el ritmo pendular de su cadera,
hasta ascender a un auto que la aguardaba
con vidrios oscuros, tan oscuros como su historia.
Nancy Nasr
25 -04-11
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