Debajo
del Naranjo
(Derechos reservados)
Sus
pasos lentos recorren las veredas asegurando su andar. Lo separan de su casa,
solo un par de cuadras, que se transforman en kilómetros cuando la humedad lo
ataca.
Es mi reuma, mi artrosis… dice, cuando alguien le pregunta; pero solo es que casi se ha
vivido todo. Por eso espera gastar ese poquito de vida para volver junto a Lila
para siempre.
La soledad lo acompaña aún estando entre la gente. Cuando su amor partió… nunca más supo lo que es estar
en compañía.
Aquella tarde plomiza sacudió su corazón el ruido de
una sirena, que detuvo su ulular en las puertas de su casa y en pocos minutos
partió, llevándosela a ella para no volver jamás.
Desde entonces, descansa su osamenta en un banco
de la plaza, cuando el sol llena las calles de colores y de vida. Y es solo allí, sentado en debajo del naranjo, que su
mano tibia se posa en la suya y comparten unos minutos juntos. Para él Lila esta allí, a su lado, como la vez que le pidió que
se casaran.
Cuando
el sol cae en el horizonte y confunde los ojos y la mente siempre la ve
sonriendo debajo del Naranjo, con su
aroma a azahares y su cuerpo lánguido.
Nancy
Nasr
20-03-11
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